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dulces y bocaditos
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PINTURA Y GRABADO









Milena Aguilar une por lo menos dos contradicciones en sus dulces
y bocaditos moldeados en óleo.



Por un lado los objetos creados para el goce efímero, promesa seductora de un corto placer all paladar, hedonistas, sin derecho a saciedad, pequeñas obras de arte dejadas para el consumo que han de gustar al ojo sólo como medio para el fin de comérselos.

Por el otro lado la técnica clásica de la pintura al óleo. Lo que se fija con óleo al lienzo o a la madera tiene permanencia, se eterniza para el mundo posterior. Esta técnica está reservada a los reyes, paisajes, bodegones pobres u opulantes que expresan el espíritu actual de una época (o corren en su contra).

La pintura al óleo es una expresión directa de hace largo tiempo. La pintura al óleo figurativa contiene un cierto patetismo,- quizás es una de las razones por qué ya no está de moda. En la época de la democratización multimedial parece anticuada. Considerando, sin embargo, la intercambiabilidad que el tiempo moderno ha elevado a la máxima estética, la pintura al óleo con sus altas exigencias artesanales a la que equivalen sólo pocas obras contemporáneas tiene casi un efecto subversivo.

Milena Aguilar rompe las reglas con una desproporcionalidad calculada tanto de la pintura al óleo como del arte moderno contemporáneo.

Objetos triviales de placer son elevados a la nobleza por su pintura. Y así se manifiesta su verdadera aristocracia: Fueron creados por confiteros y cocineros como expresión de belleza. No deberían ser comidos por hambre sino por puro placer. En un mundo donde prácticamente todo está sujeto a la utilidad y cuya pena más dolorosa es el hambre.

Quizás por eso está ese velo ligero, melancólico sobre las pinturas de Milena Aguilar.

Marc Ottiker, 2002